Francisco Albarello
La lectura es una práctica social que está en plena transformación. En diálogo con los cambios culturales, atravesados por los desarrollos tecnológicos, el acto de leer se ha diversificado en multiplicidad de dispositivos, momentos y formas que desafían los cánones tradicionales. En síntesis, leer no es lo que era. En este artículo se propone una reconceptualización del acto de lectura, se desarrolla el concepto lectura transmedia para describir las formas que asume el acto de leer y se ilustra el concepto con una investigación realizada durante la pandemia de COVID-19.
Revoluciones: de aliens y tecnologías
El film Día de la Independencia (Emmerick, 1996) narra un ataque alienígena al planeta tierra y cómo los seres humanos —con Estados Unidos a la cabeza— buscaron defenderse. Los aliens provienen de un planeta extraño, y sus naves amenazan la paz mundial con ataques mortíferos y tecnología avanzada, frente a la cual las armas de los humanos pueden hacer poco y nada. Sin embargo, triunfan al infectar con un virus informático a la nave nodriza de los extraterrestres, tras lo cual todo el sistema alienígena cae como por efecto dominó. Otro film, La guerra de los mundos (Spielberg, 2005), basado en el libro homónimo de H. G. Wells (1898), también cuenta las vicisitudes de la humanidad cuando es víctima de seres alienígenas que vienen a conquistar el planeta y aniquilarnos. Pero a diferencia de Día de la Independencia, la genial idea de Wells en La guerra de los mundos es que los extraterrestres no vienen de un planeta lejano, sino que siempre estuvieron aquí. Enterrados en lo profundo de nuestro planeta, entre nosotros, pasando desapercibidos durante años, hasta que un día despertaron. Al igual que el primer film, en La guerra de los mundos los aliens son derrotados, pero esta vez no por un virus informático sino que enferman a raíz de las bacterias que hay en nuestro planeta: no tenían los anticuerpos necesarios para sobrevivir.
¿Qué tienen que ver estas películas con el tema que nos convoca? Las revoluciones tecnológicas son más parecidas a La guerra de los mundos que a Día de la Independencia. Tendemos a ver al cambio tecnológico como un agente externo que se introduce en nuestra vida cotidiana como una especie de alienígena o un meteorito que amenaza con alterar nuestro statu quo. En ese sentido, la metáfora del «impacto de la tecnología» ilustra bien esta mirada: los desarrollos tecnológicos son algo novedoso que aparece de la noche a la mañana y altera nuestra vida. «Vinieron para quedarse» es otra expresión común que encierra esta idea: la tecnología es algo que viene de un lugar extraño y se queda en este mundo. En esa misma línea podemos pensar en la oposición de Sócrates a la escritura: según Walter Ong (1994), el filósofo griego rechazó la escritura «al pretender establecer fuera del pensamiento lo que en realidad sólo puede existir dentro de él» (p. 82). Sócrates veía a la escritura como algo externo al ser humano que iba a debilitar la capacidad de pensar y recordar, dos características fundamentales del statu quo oral que parecía poner en peligro.
Lejos de ello, me gusta pensar que la tecnología es algo que estuvo y está siempre en medio nuestro, es producto del ingenio humano que la crea y le da forma, a la vez que transforma el entorno en el que vivimos. En su libro The Game (2019), el ensayista italiano Alessandro Baricco propone «dar vuelta el mapa» para comprender la revolución digital. Ésta —sostiene Baricco— primero es mental y luego tecnológica. Es decir, no es tan importante pensar en la manera en que las tecnologías nos están transformando y en los efectos que tienen sobre nuestras vidas, sino en el ingenio humano que creó esas tecnologías:
dejad de intentar entender si el uso del smartphone nos desconecta de la realidad y dedicad el mismo tiempo a entender qué clase de conexión con la realidad buscábamos cuando el teléfono fijo nos pareció definitivamente inapropiado.
Baricco (2019, p. 23)
Si llevamos estos planteos al objeto de este posteo, se trata entonces de entender que los cambios en las maneras de leer no tienen que ver principalmente con una revolución tecnológica, sino con una revolución mental. Es común, ante los cambios tecnoculturales, poner el acento en lo novedoso de los aparatos y comparar cómo hacemos las cosas que hacíamos antes a través de estos nuevos dispositivos. Marshall McLuhan (1967) había advertido esta tendencia cuando afirmaba que miramos el cambio tecnológico como por un espejo retrovisor:
el pasado se fue por allá. Cuando tenemos que hacer frente a una situación completamente nueva, siempre tendemos a encariñarnos con los objetos, con el sabor del pasado más reciente. Miramos el presente en un espejo retrovisor. Avanzamos hacia el futuro yendo hacia atrás
McLuhan (1967)
¿Cómo se manifiesta esta mirada de retrovisor cuando hablamos de los cambios en las maneras de leer? Cuando se busca replicar la experiencia de lectura que producían los libros impresos en los nuevos dispositivos digitales, como si se tratase de un cambio superficial. Como sostiene Carlos Scolari (2018), cada medio crea su lector porque ofrece una experiencia distinta con el contenido.
Historias de la lectura
Investigadores como Roger Chartier y Guglielmo Cavallo (2001) señalan diversas revoluciones del acto de leer:
- El paso de la lectura en voz alta a la lectura silenciosa: al comienzo la lectura fue oral, hasta que progresivamente los lectores comprendieron que no necesitaban verbalizar el texto para leer, y en esto tuvo que ver en parte la introducción de la separación de palabras hacia el siglo VII de la era cristiana. La lectura silenciosa introdujo también un sentido de la lectura como acto individual. En las Memorias de San Agustín de Hipona se puede ver la impresión que le producía la forma de leer de San Ambrosio: «cuando leía sus ojos recorrían las páginas y su corazón entendía su mensaje, pero su voz y su lengua quedaban quietas».
- El paso del rollo al códice: el rollo o scroll daba lugar a un tipo de lectura particular que ocupaba las dos manos para ir desenrollando el texto, hasta que aparece el códice —el libro cosido— que introdujo la paginación y liberó una mano para leer, además de permitir un acceso no lineal a la información, como es el caso del Evangelio y su sistema de búsqueda por capítulos y versículos con referencias cruzadas entre los diferentes evangelistas. Regis Debray (1998) señala que el códice fue el tipo de libro preferido por las personas cristianas, y que hubo un traslado de la sacralidad del contenido hacia su mismo soporte. Hoy, cuando hacemos scroll sobre la pantalla de nuestro smartphone, estamos desenrollando el rollo ante nuestros ojos.
- El paso de la lectura intensiva a la extensiva: en un período muy particular de la Edad Media, conocido como la Escolástica, tuvo lugar el paso de una lectura intensiva, en el que se leían pocos libros muchas veces al punto de memorizarlos, a una lectura extensiva de muchos libros, de manera superficial e irreverente y muchas veces en simultáneo como fruto, en parte, de la multiplicación de los libros que se produjo a partir de la imprenta de Gutenberg, que no implicó en sí un cambio en los dispositivos de lectura pero sí en la mayor disponibilidad de libros.
- El paso del códice a la pantalla: la introducción de las primeras computadoras personales en la década de 1980 y el desarrollo del hipertexto como una forma de acceso multilineal introdujeron una nueva experiencia con el texto electrónico, implicando una triple crisis: del autor —que ya no es único—, del lector —que decide el recorrido de lectura y puede intervenir el texto y modificarlo— y de la obra —que ya no es cerrada sino abierta y en perpetua transformación gracias a las herramientas que provee la computadora—.
Cada una de estas revoluciones tuvieron lugar en circunstancias particulares, en las que personas lectoras y dispositivos dialogaron entre sí para cambiar las prácticas de lectura. Estas revoluciones se produjeron, además, en el espacio interactivo de la interfaz, en el cual lectores, lectoras y dispositivos dialogan y negocian el sentido del texto (Scolari, 2018), lo que nos aleja de las posiciones deterministas que conciben a la tecnología como el único agente de cambio.
Recalculando: la lectura en tiempos de pantallas
Leer no es lo que era. No leemos como antes: leemos de distinto modo y en diversos dispositivos, no solamente en el libro impreso, sino también en la pantalla del smartphone, la computadora o la tablet. Autores como Nicholas Carr (2011) afirman que a raíz de Internet estamos perdiendo la capacidad de leer en forma concentrada y profunda porque, como decíamos antes, entienden a la lectura en los términos que impuso el uso del códice impreso como dispositivo hegemónico de lectura. Entonces, las comparaciones entre leer en papel y leer en pantalla se hacen siempre en los términos que dicta la lectura en el impreso. En otras palabras, se le pide a la pantalla que haga el trabajo del libro, desconociendo que se trata de otra experiencia de lectura. Se sigue viendo a la lectura del presente desde el espejo retrovisor, añorando los tiempos pasados en los que no había tantos dispositivos que concitaran nuestra atención y en los que teníamos más tiempo para leer de esa única forma.
Sin embargo, el debate sobre el presente de la lectura, más allá de pensar en libros impresos por un lado y en ebooks y pantallas por el otro, encierra un planteo de fondo, que se puede resumir en dos conceptos clave: la multilinealidad y la multitarea.
Multilinealidad: leer como pensamos
La multilinealidad implica un reto a la lógica del libro basada en la linealidad, en la secuencialidad, esto de una cosa por vez. Hace tiempo que la linealidad fue puesta en debate, cuando aparecieron los planteos del postestructuralismo francés y de la posmodernidad literaria, y que en la literatura tuvo su correlato con Rayuela de Julio Cortázar o los libros de la colección Elige tu propia aventura, por poner un par de ejemplos. En esos casos, la linealidad fue puesta en cuestión aún con las constricciones que imponía la secuencialidad del libro. Estos planteos se reavivaron con el surgimiento de otra idea que provino insospechadamente del mundo informático: el hipertexto, un texto no lineal, no secuencial que permite asociar ideas, del mismo modo que lo hace el pensamiento humano. La computadora permitió replicar el modo en que pensamos: no linealmente o, mejor dicho, multilinealmente, ya que al decir «no lineal» estamos definiendo lo nuevo por oposición a lo viejo, limitando sus posibilidades disruptivas.
Multitarea: más que leer
La multitarea siempre fue vista como enemiga de la concentración. De hecho, una de las principales calamidades que se le achaca a la pantalla es que fragmenta nuestra atención por la multiplicidad de opciones que propone. La pantalla es la enemiga de la lectura, porque la destruye. Así como antes Platón decía —traicionando a Sócrates, quien nunca quiso escribirlo— que la escritura destruía la memoria. Sin embargo, estas afirmaciones desconocen, precisamente, que el rasgo principal de la pantalla es que ofrece una diversidad de funciones además de leer. Entonces, comparar la pantalla con el libro resulta injusto: el libro impreso, que como monomedio permite leer y a lo sumo resaltar o subrayar el texto, desempeñará esa función mucho mejor proponiendo la concentración, que la pantalla metamedium, que además de leer ofrecerá otras funciones que vendrán a competir precisamente con la atención de la persona lectora o usuaria. Cuando se mira entonces la lectura desde el retrovisor se está desconociendo esta diferencia fundamental entre la monotarea y la multitarea y lo que implican en la experiencia de lectura.
Lectura transmedia y juventud universitaria
Como dijo alguna vez Leopoldo Marechal, de los laberintos se sale por arriba. Sugiero entonces salir de esta falsa dicotomía entre papel y pantalla proponiendo el concepto lectura transmedia:
un tipo de lectura inclusiva, multimodal, diversa, de todo tipo de textos —escritos, visuales, sonoros, lúdicos— y de soportes, que a su vez se mezcla o hibrida con las prácticas de producción o prosumo del lector.
Albarello (2019)
El adjetivo transmedia describe el estado actual de la lectura que realizan las y los jóvenes que asisten a la universidad, ya que cuentan, según sus posibilidades económicas, con diversos dispositivos para acceder a los textos a la hora de estudiar (libros impresos, fotocopias, smartphones, computadoras). Se lee en distintos dispositivos, distintos tipos de lenguajes y con distintas funciones u objetivos, pero además, esa lectura se completa y enriquece con las propias producciones (escritos, imágenes, memes, etcétera) a través de las herramientas que ofrece la computadora que, como decíamos antes, permite hacer muchas cosas a la vez.
Algo similar ocurre con las narrativas transmedia, a las que Scolari define como ese tipo de relatos que se cuentan a través de distintos medios y plataformas y que se enriquecen con la participación de una parte de la audiencia en la extensión de esos relatos. Esta es la diferencia que presenta la lectura transmedia con la lectura multimedia, ya que no se limita a utilizar diversidad de soportes y lenguajes, sino que se completa con la participación activa y visible de los lectores y lectoras, devenidos en prosumidores. Asimismo, a diferencia de los relatos crossmedia, la lectura transmedia no consiste en una mera repetición de los mismos contenidos en diversas plataformas, sino que cada una cuenta una parte diferente y complementaria de ese relato. Los estudiantes aprovechan lo que les ofrece cada medio y comprenden el pacto de lectura que instaura cada uno.
En los últimos años, he decidido aplicar el concepto lectura transmedia a las investigaciones que vengo realizando sobre la lectura en las pantallas. Más allá de ser un concepto teórico, me interesa aplicarlo a la realidad para entender el comportamiento de lectores y lectoras que utilizan distintos dispositivos para leer. Mis investigaciones se han enfocado en los y las jóvenes que asisten a la universidad, dado que es el ámbito en el que me muevo como docente. En ese sentido, voy a compartir algunos de los hallazgos de la investigación Cómo se informan y cómo estudian los estudiantes de periodismo y comunicación de las universidades argentinas a través de dispositivos digitales, realizada por una red de profesionales de la investigación de once universidades argentinas, públicas y privadas, de la ciudad de Buenos Aires y de seis provincias argentinas. La investigación, realizada en 2020 y 2021, en plena pandemia, consistió en 165 entrevistas en profundidad realizadas a un grupo de estudiantes de carreras de Comunicación, Periodismo y afines de estas universidades, y una encuesta realizada a dos mil jóvenes de esas mismas casas de estudio. Adelanto aquí algunos de los resultados obtenidos:
- El Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) producto de la pandemia de la COVID-19 obligó a las y los jóvenes a leer mucho más en pantalla que antes, y en general, la computadora hegemonizó las prácticas de estudio, pasando el smartphone a ocupar un lugar complementario como dispositivo de apoyo a la socialidad, particularmente a través de WhatsApp como apoyo para el estudio en grupos.
- Más allá de leer más en pantalla, hay una preferencia por el papel para escribir y hacer resúmenes a la hora de estudiar.
- Los y las jóvenes buscan replicar, a través de las herramientas digitales, las prácticas de escritura, resaltados y anotaciones propias de los manuscritos.
- Se ha generalizado la producción de apuntes colaborativos en la nube (principalmente a través de Google Drive) y las prácticas de estudio compartidas a través de videollamadas por Google Meet, Zoom y Microsoft Teams.
- A través de prácticas colaborativas de estudio, buscan replicar la experiencia de reunirse, previa a la pandemia, y combatir la sensación de soledad frente a la pantalla.
- Los y las jóvenes, a la hora de estudiar, despliegan complejas estrategias de lectura transmedia en las que ponen en juego los distintos medios y dispositivos para leer (papel y pantallas) y manifiestan un conocimiento de sus posibilidades para aprovechar lo mejor de cada uno de ellos.
Conclusiones: pensar las estrategias de lectura más allá del retrovisor
La lectura como práctica social vive una transformación singular, pero no solo o principalmente por la aparición de dispositivos digitales conectados en red. Es necesario poner el foco no tanto en los aparatos sino en las estrategias de quien lee, que hablan de esa revolución mental que da lugar a nuevas prácticas de lectura. La investigación nos permite comprobar esa hipótesis: los y las jóvenes leen a través de distintos medios y plataformas, los cruzan entre sí, comparten sus textos y contenidos y alternan entre papel y pantalla de acuerdo con sus gustos y preferencias, con la necesidad del momento y con las posibilidades de acceso que tienen a dispositivos conectados a internet. La pandemia ha acelerado estos cambios porque ha provocado la integración de las pantallas a diversidad de actividades —en este caso el estudio— que antes se resistían al influjo digital. Indagar en esas transformaciones en las prácticas de lectura nos permite analizar y describir el estado actual de las formas de leer, sin restringirse a las miradas reduccionistas que miran al pasado o a las voces de alarma que vaticinan un futuro oscuro en la evolución de la cultura por culpa de las pantallas.
Para seguir aprendiendo
- El uso del smartphone para la gestión del trabajo colaborativo en estudiantes de educación superior argentina durante la pandemia del COVID-19 (Francisco Albarello, Francisco Arri y Ana Laura García Luna, 2020) | Artículo académico.
- Entre libros y pantallas: los booktubers como mediadores culturales (Francisco Albarello, Francisco Arri y Ana Laura García Luna, 2020) | Libro académico.
- Investigar en Red | Sitio de difusión del proyecto de investigación Cómo se informan y cómo estudian los estudiantes de periodismo y comunicación de las universidades argentinas a través de dispositivos digitales.
Francisco Albarello (@FAlbarello). Doctor en Comunicación Social (Universidad Austral). Profesor investigador con dedicación exclusiva en la Universidad Austral, donde dirige el Doctorado en Comunicación y es secretario de investigación. Dicta clase en varias universidades argentinas y latinoamericanas. Investiga sobre lectura en las pantallas, narrativas transmedia y ecología de los medios.
Francisco, excelente descripción de lo que es la lectura hoy, la lectura transmedia. Lo que la pandemia nos permitió visibilizar en relación al tema. Poder poner en diálogo como vos dices, lo que implica y lo que generó en los estudiantes y porque no, también en los adultos. Es desarrollar al máximo nuestras competencias para generar estrategias lo que nos lleva a repensar esta gran transformación que se da en la “lectura” en estos tiempos y que trasciende la pantalla. Más allá de lo expresado siento y confirmo que la tecnología nos sigue desafiando por lo tanto seguimos avanzando.
Me pregunto :
La abstraccio4n individual y concentración se esta perdiendo con la “pantalla”?
Considero que No.
Que esta re aprendiendo a direcciónar nuestra concentración.
Y que no es justo comparar la oprtunidad de la tecnología con la lectura de libro.