
Raisa Urribarri
Como ningún otro campo, el de las comunicaciones ha estado atravesado por los cambios tecnológicos. Como lo planteaba Antonio Pasquali, en su libro Comprender la comunicación en «la época que nos ha tocado vivir apenas da para jadear detrás de las decisiones de los Cisco, Google, Microsoft, Intel, Nokia o Echelon, que imponen continuamente con una cadencia endemoniada nuevas reglas de la relación comunicativa» (2007, p. 299). Desde su obra fundamental de 1970, ampliada y actualizada en 2007, el autor —referente de la comunicología latinoamericana— insistía en la necesidad de comprender, más que los medios, la comunicación como condición de sociabilidad humana y configuradora de la estructura social. O, dicho de otra forma, la conexión indisoluble entre el sistema político de una sociedad determinada y el sistema comunicativo que aquél condiciona y necesita para subsistir.
Al poner el foco en las tecnologías, una liebre cuya rapidez la vuelve tanto imprecisa como inalcanzable, se enfrentan varios riesgos. De estos, el más grave, nos parece, tiene que ver con la dificultad de desatender el contexto en el cual se introducen. Porque no todas, pareciera innecesario decirlo, se producen e implantan en los distintos lugares de la misma manera, ni producen los mismos efectos o resultados.
Este año, a propósito de las elecciones generales en Panamá, tomamos la decisión de observar la oferta televisiva panameña con el propósito de responder a una pregunta en apariencia simple: ¿cómo se cubren las diferentes fuerzas políticas y candidaturas durante la campaña electoral? Entonces, no pocas personas nos preguntaron con incredulidad: ¿la televisión? La tendencia en los estudios académicos en comunicación, nos decían, se orientaba más bien a vislumbrar la introducción de las herramientas de inteligencia artificial en la contienda. Debemos confesar que en algún momento nos sentimos practicantes de la arqueología.

De cierto modo, quienes con buena intención nos instaban a actualizar el objeto de nuestra investigación, no dejaban de tener razón. Para la realización de ese trabajo nos costó obtener antecedentes de estudios similares en la región. Salvo en México, donde el órgano electoral dispone un monitoreo de medios como mandato, y de los que impulsan los grupos feministas, dirigidos a establecer las diferencias de cobertura en cuanto al género de las personas durante las campañas electorales, actualmente la investigación sobre la televisión en el ámbito electoral es algo escasa.
En contraste, los estudios dirigidos a comprender las mediaciones políticas mediante el uso de las redes sociales, así como la influencia de los recientes desarrollos derivados de la inteligencia artificial, se producen globalmente desde distintas y múltiples perspectivas. Obviamente, no dudamos de la importancia que esto tiene, pero la atracción por lo novedoso no debería actuar como anteojera. La televisión sigue allí, como el dinosaurio del microrrelato de Monterroso.
Consumo mediático en Panamá: diferenciado territorialmente, con televisión fuerte, Internet creciente y zero rating
En Panamá, un país de renta media-alta, pero extremadamente desigual (social y digitalmente), y con muy poca tradición en la investigación de la comunicación, no existen estudios sistemáticos sobre el consumo de medios; sin embargo, en el Centro de Estudios Políticos y Sociales hemos venido incorporando algunas preguntas clave dentro de nuestra encuesta de Ciudadanía y Derechos (2019, 2021 y 2023). Una de ellas ha estado dirigida a conocer cuál es el medio preferido de las personas para informarse sobre los asuntos públicos.
En las tres olas de la consulta, la respuesta ha sido la televisión, aunque los medios sobre Internet, particularmente las redes sociales, vienen creciendo. Por otra parte, un estudio de tipo mixto, que llevamos a cabo a lo largo y ancho del país, basado en encuestas y grupos focales (Urribarri y Subinas, 2023), evidenció un consumo de medios diferenciado territorialmente. Esto es, un mayor uso de medios digitales en zonas urbanas, y de preferencia analógicos, especialmente la radio y la televisión, en comarcas indígenas y rurales.
Lo digital, en los territorios menos centrales, quedaba restringido a aplicaciones de mensajería como WhatsApp, pero por esta vía, como mencionó uno de los participantes de un grupo focal «llegan los canales con las noticias, con lo importante» o, como dijo otro, «nos informan de lo de allá y nosotros de lo de aquí». Estos cambios, estas reconfiguraciones, mezclas o hibridaciones, obedecen a algunas cuestiones y tienen implicaciones que se deben estudiar.
Uno de los hallazgos más relevantes de ese trabajo fue la vinculación entre el consumo preferencial de WhatsApp y la existencia de prácticas tasa cero (conocidas como zero rating). Estas prácticas permiten —gracias a acuerdos que se establecen entre operadoras de telefonía móvil y empresas proveedoras de servicios, como Meta—, exceptuar a los clientes del cobro por el uso de los datos para acceder a aplicaciones y contenidos específicos (Lufrano, 2018).
Desde 2013, cuando se denominaba Facebook, la estrategia expansiva de esta plataforma fue cuestionada severamente, pues le daba el poder de privilegiar el consumo de un sitio en específico, y no a la Internet libre y abierta, proscrita por los costos de conectividad para los sectores más vulnerables.
Aunque estas prácticas se comenzaron a implementar hace casi una década en Panamá, la información sobre ellas es prácticamente inexistente. Sin embargo, la publicidad de las dos operadoras de telefonía celular que existen en el país permite verificar que ambas ofrecen acceso gratuito a WhatsApp dentro de sus planes prepagados.
Este es un tema indudablemente relevante cuando se trata de consumo informativo, por no hablar del desinformativo, sobre todo por la posición dominante de una multiplataforma como Meta, propietaria de Facebook, Instagram y WhatsApp. Sin embargo, por ser un asunto de cierta complejidad técnico-legal, su estudio ha estado reservado al área donde se entrecruzan el derecho y las telecomunicaciones.

Pero volvamos a la televisión. En el ecosistema digital los medios analógicos no desaparecen, se transforman. Y eso, justamente, es lo que está haciendo la televisión, diversificándose. Y es un proceso que no lleva poco tiempo. Al parecer, la industria está consciente de que en ello se le va la vida. Hoy, la oferta de estos canales no sólo llega a las audiencias más vulnerables y desprovistas de conectividad, como las que hemos hallado en nuestro estudio, sino a aquellas conectadas, sea por streaming o por redes sociodigitales. Pero también vemos los esfuerzos en contrario, es decir, cómo los contenidos digitales son vehiculizados a través de los analógicos.
Pensar la comunicación: poder, política y sociedad. El caso de la hegemonía comunicacional
Con un caso que nos parece emblemático, que vincula la televisión analógica, el uso de la inteligencia artificial, y el poder, trataremos de ilustrar lo actual que resulta el pensamiento de Antonio Pasquali sobre la relación comunicación-sociedad.
Como he documentado en la publicación “Una década de restricciones a la comunicación digital en Venezuela” así como Canelón-Silva en su artículo “Del Estado comunicador al Estado de los medios: Catorce años de hegemonía comunicacional en Venezuela”, el gobierno venezolano, primero con Hugo Chávez, y posteriormente con Nicolás Maduro, impulsó un cambio del régimen comunicativo utilizando dos vías. La primera, mediante las operaciones de cierre, compra o manejo de la línea informativa de los medios estatales, comerciales y comunitarios; la segunda, a través del control del entorno digital mediante la nacionalización de la mayor empresa prestadora de conectividad a Internet, el congelamiento de las tarifas de sus competidores, la censura de plataformas, y la promulgación de un cuerpo de leyes ad hoc. Todo con el fin de promover la hegemonía comunicacional como lo declaró Andrés Izarra (Weffer, 2007), el ministro que ocupó la cartera de comunicaciones durante varias ocasiones en el primer y segundo gobierno de Hugo Chávez.
De la misma manera, los gobiernos que durante un cuarto de siglo han definido el rumbo de ese país han ido configurando un entramado de vigilancia y control de la población más vulnerable a través del Sistema Patria (Burgos, 2020), y de una red de activistas y de seudomedios dirigidos a estigmatizar a sus opositores políticos, a promover narrativas favorables al gobierno y a desinformar. Uno de esos seudomedios es el supuesto «portal de noticias» House of News En Español.
En enero de 2023, House of News cobró vida en un canal de YouTube y en una página en Facebook desde donde transmitía una suerte de «noticiero», narrado por personajes creados con herramientas de inteligencia artificial. Los contenidos de este «informativo» estaban dirigidos a promover una imagen del país coincidente con la narrativa oficial: “Venezuela se arregló” Entre otras imágenes, se mostraba la reciente inauguración de un estadio de béisbol, sin señalar, por supuesto, el costo exorbitante de las entradas a los partidos, prohibitivas para la mayoría de la población.
Estos videos no sólo circularon por medios digitales a través de campañas pagadas, sino que se difundieron a través del canal estatal de televisión (Venezolana de Televisión, VTV) cuya señal es de alcance nacional y llega donde la brecha digital es más acusada. Allí se muestran los videos como si fueran los reportes de un canal de noticias extranjero. El presentador, este sí real de VTV, destaca que esas noticias —que muestran la supuesta prosperidad del país— no las difunde el canal oficial, sino uno confiable, del exterior.

El que un medio analógico tradicional de audiencia nacional como la televisión difunda piezas desinformativas creadas con herramientas digitales no sólo muestra el complejo entramado del ecosistema mediático contemporáneo en sociedades social y digitalmente desiguales, sino que actualiza las ideas de un autor cuya obra no ha perdido vigencia, entre ellas que los canales artificiales no alteran la esencia del proceso, sino que cumplen una función subordinada.
Si reflexionamos sobre el desplazamiento de los llamados «barones de la prensa» por los nuevos oligarcas digitales, Pasquali también nos ofrece una clave que pudimos ver actualizada, en vivo y en directo, durante la toma de posesión del presidente norteamericano en enero pasado con los titanes de las grandes empresas tecnocomunicacionales sentados en primerísima fila.
En medio de los fuegos que alumbran el cielo digital, más que los medios hay que pensar la comunicación y en la conexión indisoluble entre el sistema político de una sociedad determinada y el sistema comunicativo que aquél condiciona y necesita para subsistir.
Para seguir aprendiendo
- Homenaje póstumo a Antonio Pasquali 1929-2019 ( Dirigido por León Hernández y producido por la Universidad Católica Andrés Bello, 2020) | Documental.
- Homenaje a Antonio Pasquali en el marco del XII Congreso Latinoamericano de Investigadores de la Comunicación (Facultad de Ciencias y Artes de la Comunicación, 2014) | Conversatorio.
- Antonio Pasquali, una vida dedicada a pensar la comunicación (Letras libres, 2019) | Semblanza biográfica.
Raisa Urribarri (rurribarri@cieps.org.pa). Periodista con postgrado en Ciencias de la Comunicación (Universidad del Zulia, Venezuela) y doctorado en Ciencias Humanas (Universidad de Los Andes, Venezuela). Profesora emérita de la Universidad de Los Andes. Investigadora en el Centro Internacional de Estudios Políticos y Sociales de Panamá y miembro del Sistema Nacional de Investigación de ese país.