Adrián Carrera Ahumada

Ahora, más que nunca, necesitamos del mejor periodismo de ciencia que podamos tener. Los embates de la infodemia, teorías de la conspiración y grupos anticiencia nos recuerdan su importancia. Una recepción crítica de este tipo de periodismo —también llamado periodismo científico— ayudará a fortalecerlo.

Por ello, desde un enfoque de Alfabetización Mediática Informacional, propongo criterios para que, como audiencias, evaluemos las piezas periodísticas sobre ciencia. Se trata, pues, de una guía breve y específica que podría inscribirse dentro de la news literacy.

El periodista de medio ambiente, Juan Carlos Bodoque —personaje del programa chileno «31 minutos». Foto: fotograma de video de la campaña «Cuarentena 31».

El periodismo de ciencia no solo es necesario, sino urgente

Informar sobre lo que sucede en el ámbito científico, y hacerlo de una manera crítica, contextualizada y accesible son funciones del periodismo de ciencia que, entonces, puede ser útil para mejorar el conocimiento científico de sus audiencias. Si como sociedades conocemos más sobre los avances científicos y la forma en que funciona la ciencia, podríamos restar fuerza a los grupos anticiencia y reducir los daños que ocasionan.

Veamos un poco del contexto en el que nos encontramos.

Cada minuto, millones de contenidos son generados y puestos en circulación a través de los medios sociales digitales. El flujo es inmenso. Aunado a ello, tenemos que un alto porcentaje de estos son desinformación, información errónea o información maliciosa. Es probable que todo mundo se haya topado alguna ocasión con una imagen modificada digitalmente para aparentar algo falso, con falsas notas periodísticas que en realidad eran un chiste, con audios alarmantes cuya fuente desconocemos o mensajes que mezclan datos verídicos con otros dudosos, fuera de contexto o de plano falsos. Todo lo anterior forma parte de lo que Claire Wardle ha denominado desorden de la información, un fenómeno añejo que la digitalización ha potenciado.

Fuente: Wardle y Hossein Derakhshan, 2020.

Por definición, el periodismo es un servicio público que debe brindar información clara, accesible, veraz y confiable a sus audiencias. El apego a la verdad y la verificación son principios profesionales que toda persona dedicada al periodismo ha de seguir. Dicho esto, y considerando el desorden de información en el que nos movemos, resulta evidente la relevancia actual del periodismo.

Consideremos, además, que atravesamos, a la vez, dos fenómenos globales que amenazan la vida y en los que la ciencia juega un papel clave: la crisis climática y la pandemia de COVID-19. A pesar de ello, existen grupos anticiencia que niegan, por ejemplo, la existencia o gravedad de la COVID-19, o la pertinencia y seguridad de las vacunas. La actividad de estos grupos es una amenaza para la salud pública.

Urge echar mano de todas las herramientas disponibles para hacer frente al desorden de la información y a este tipo de grupos. Por su vocación pública, alcance mediático y compromiso con la verificación, el periodismo de ciencia es una de las mejores herramientas que tenemos para ello.

Marginalidad y calidad: retos para periodismo de ciencia

A pesar de su valor, el periodismo de ciencia ha sido históricamente marginal frente a otras fuentes y especializaciones, como la política o la deportiva. Diversas investigaciones realizadas en Grecia, Estados Unidos y Australia entre 1995 y 2002, citadas por Sharon Dunwoody (2014), encontraron que la cobertura noticiosa de temas científicos representa menos del tres por ciento del total.

El periodismo de ciencia no está exento de las dificultades que enfrenta el periodismo en general. Por nombrar algunas: la forma acelerada en que se producen las noticias complica la adecuada verificación, los formatos noticiosos favorecen la simplificación de explicaciones complejas, en no pocas ocasiones las condiciones laborales son precarias y hay casos en los que intereses económicos o políticos obstaculizan el hacer piezas críticas o con puntos de vista variados.

Dichas dificultades probablemente guarden relación con lo que Luisa Massarani y Bruno Buys encontraron en su investigación de 2008, en la cual analizaron contenidos de la sección de ciencia de 12 diarios de nueve países latinoamericanos. Hallaron que las notas destacan beneficios de la ciencia, pero cumplieron poco con la función de reportar las controversias y riesgos de la ciencia, algo que corresponde hacer al periodismo.

Las audiencias como aliadas críticas

Este año hemos vivido cambios inesperados. Quizá uno de ellos es que la pandemia de COVID-19 trajo consigo un incremento en el consumo de periodismo, especialmente de noticieros televisivos y medios en internet. Asimismo, la confianza en la cobertura mediática de la pandemia ha sido relativamente alta, equiparándose a la depositada en gobiernos y rebasando por poco a personajes políticos. Cuando se tratan temas relacionados con la COVID-19, la confianza que las audiencias tienen en los medios de comunicación duplicó la que brindan a redes sociodigitales, plataformas de video —como YouTube— o servicios de mensajería instantánea —como Whatsapp. Lo anterior de acuerdo con el Digital News Report 2020 del Reuters Institute for the Study of Journalism, que recopiló información de todos los continentes.

Tenemos entonces que junto con la pandemia vino un renovado interés y confianza en los medios de comunicación y el periodismo, sobre todo en lo relacionado con la crisis sanitaria. Esta confianza renovada puede ser punta de lanza para fortalecer al periodismo de ciencia.

Los medios de comunicación se deben a sus audiencias. En el caso de los medios públicos se trata de una vocación intrínseca y establecida en sus lineamientos, mientras que en el de los medios privados hay motivos éticos —periodismo como servicio público— o, en algunos casos, financieros —audiencias como fuentes de ingreso.

Esto abre la posibilidad para que las audiencias —ahora más interesadas que antes— contribuyan a que los medios de comunicación hagan más y mejor periodismo de ciencia. ¿Cómo hacerlo?

  • Consumiendo críticamente los contenidos sobre ciencia y dando retroalimentación. Si una nota es imprecisa, confusa, o un reportaje está equivocado, hacérselo saber al medio. La mayoría de los medios de comunicación importantes están interesados en la retroalimentación seria y comprometida de sus audiencias. Especialmente en el caso de los medios públicos, la defensoría de las audiencias acompaña estos intercambios.
  • Apoyando proyectos y periodistas que ofrecen buen periodismo de ciencia. Esto se puede hacer recomendándolos para que tengan un mayor alcance, compartiendo sus contenidos y, sobre todo, suscribiéndonos o donando dinero. Uno de los principales retos que enfrentan los medios y proyectos periodísticos es contar con un modelo de negocio sostenible.
  • Exigiendo buenas condiciones laborales para quienes realizan periodismo de ciencia. Demandar calidad periodística debe acompañarse de la exigencia de condiciones laborales dignas para quienes desempeñan la profesión. No hacerlo es dejar de lado la dimensión humana y los derechos del gremio periodístico.
Foto de Andrea Piacquadio en Pexels.

¿Cómo evaluar la calidad del periodismo de ciencia?

Para exigir calidad hay que saberla reconocer. Por ello cierro esta entrada con siete preguntas que, espero, sirvan para formar audiencias exigentes. Este apartado se basa, principalmente, en los criterios del proyecto PerCientEx y la relatoría de un taller impartido por el periodista de ciencia Francisco Domenech.

Mientras más de las siguientes preguntas se respondan con un «sí», mayor será la calidad de la pieza periodística en cuestión:

1. ¿Tiene un perfil de ciencia?

El perfil de ciencia es una herramienta desarrollada por Itzel Gómez —integrante del Laboratorio de Periodismo de Ciencia de la UNAM— que sirve, entre otras cosas, para identificar qué tanto contenido de ciencia tiene una pieza periodística que busca informar sobre un hallazgo o explicación científicos. Para aplicarla, podemos revisar si la pieza en cuestión responde las siguientes preguntas:

  • ¿Qué significa el término? (definición)
  • ¿Cuáles son las dimensiones de este fenómeno? (magnitud)
  • ¿Qué sospechan que sucede y por qué? (hipótesis)
  • ¿Presenta un desarrollo matemático?
  • ¿Cómo saben lo que afirman? (evidencia empírica)
  • ¿Qué seguridad tienen de los valores numéricos encontrados y las aseveraciones propuestas? (incertidumbre)
  • ¿Por qué y cómo suceden las cosas de cierta forma? (explicación)
  • ¿Qué afirman que sucederá? (predicción)

Cuantas más preguntas responda la pieza, mayor será su contenido científico, cumpliendo así la función de no solo difundir los resultados sino también de explicar cómo se llegó a ellos y cuáles son sus limitaciones, contribuyendo así al conocimiento de cómo funciona la investigación científica.

2. ¿Especifica sobre qué estudio o investigación está informando?

En ocasiones las notas reportan sobre una investigación realizada por especialistas de tal o cual universidad. El nombre del centro académico suele ser dicho, pero es frecuente que se omita el nombre de la investigación y si esta ya fue publicada en alguna revista científica o no, lo cual constituye información relevante. Lo fundamental, siempre, es que la pieza sea transparente con sus fuentes y que, en medida de lo posible, las nombre clara y explícitamente.

3. ¿Cita múltiples fuentes?

Existen incentivos para que un profesional de la ciencia busque exagerar la relevancia de algún hallazgo propio. No pocos centros de investigación y revistas científicas envían boletines de prensa para obtener difusión mediática. Si todas las fuentes de una pieza pertenecen a la misma universidad o equipo de investigación, es poco probable que haya espacio para voces críticas al trabajo y es muy probable que se trate de una nota elaborada a partir de un boletín.

4. ¿Pondera y contextualiza el hallazgo?

Recordemos que la ciencia avanza poco a poco y es inusual que una sola investigación arroje resultados concluyentes o generalizables. También recordemos que en la ciencia puede haber disputas entre distintas explicaciones para un mismo fenómeno —especialmente cuando es nuevo—, por lo que es deseable que la pieza informe sobre discrepancias y controversias siempre que estas resulten científicamente relevantes —la opinión de grupos terraplanistas, por ejemplo, no lo es.

Otro factor a considerar para contextualizar los hallazgos es evidenciar los posibles conflictos de intereses que pudieran tener las y los científicos involucrados, especialmente en temas relacionados con conflictos políticos o económicos.

5. ¿Las fuentes son adecuadas?

Existen científicos o científicas que hablan en medios sobre temas fuera de su área de estudio o en los cuales no están especializados. Un nutriólogo no será una buena fuente para hablar sobre las formas de transmisión del coronavirus, por ejemplo.

También hay que considerar que no todas las organizaciones gozan del mismo prestigio o reputación. Hay algunas que aparentan ser científicas y no lo son. Un ejemplo es el American College of Pediatricians, que en realidad es un grupo pseudocientífico con una agenda en contra de los derechos de personas LBGT+.

Otra posible fuente inadecuada son las revistas predadoras —publicaciones pseudocientíficas. Lo recomendable es recurrir a revistas indizadas en bases de datos o directorios científicos, lo cual es un criterio de calidad.

6. ¿Explica el impacto en la vida cotidiana?

Toda pieza periodística debe responder a la pregunta «¿a mí en qué me afecta?». El periodismo de ciencia no es la excepción y, de hecho, este mandato resulta más relevante porque en ocasiones la conexión entre la ciencia y la noticia no es evidente. Es labor del o la periodista encontrar ese vínculo y explicarlo.

Como señala mi colega Abi Valeria López Pacheco: «el periodismo de ciencia parte de mirar al hecho científico con mirada periodística para, así, construir el tema desde el interés público».

7. ¿Es interesante, atractiva y clara?

El periodismo de ciencia debe ser entendido por audiencias no especializadas, además de ser presentado de forma tal que les interese. Aquí es donde el periodismo de ciencia echa mano de —pero no debe limitarse a— la divulgación científica.

Si la pieza periodística usa demasiadas cifras, terminología especializada o se concentra únicamente en explicaciones científicas sin conectar con el impacto social, es probable que no merezca la atención de las audiencias por mucho tiempo.

Infografía que resume las siete preguntas. Elaboración propia.

Al inicio del texto señalé la urgencia de tener el mejor periodismo de ciencia que nos sea posible. Por mucho tiempo menospreciado, ahora resulta evidente su importancia. Confío en que, de la mano de unas audiencias activas, críticas e involucradas, el periodismo de ciencia ocupe, finalmente, el lugar que merece.

Para seguir aprendiendo

Adrián Carrera Ahumada (@sradri_). Coordinador de divulgación y difusión en la Cátedra UNESCO AMIDI. Licenciado en Comunicación Pública por la Universidad de Guadalajara, donde es profesor de asignatura. Ha sido reportero en medios digitales y estuvo a cargo de la difusión de la revista académica Comunicación y Sociedad.

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