Martha Yah Santana 

Es muy común escuchar diversidad de voces y discursos que intentan orientarnos, guiarnos o dar consejos sobre cómo usar adecuadamente los medios y tecnologías digitales. Discursos que privilegian perspectivas dicotómicas de la realidad y que parecen desdeñar —consciente o inconscientemente— una amplia tradición de Alfabetización Mediática e Informacional (AMI) en todo el mundo.

Cuando se promueve o habla de los medios de comunicación, videojuegos o tecnologías digitales, surgen discursos en los cuales predominan los peligros, lo malo, las consecuencias negativas de su uso, lo que nos hace preguntarnos: ¿dónde quedan los beneficios? ¿se trata sólo de prohibir o se busca aprender críticamente?

La alfabetización mediática informacional ayuda a entender que este tipo de discursos no permiten comprender en su totalidad el verdadero problema de fondo. No se trata sólo de limitar, prohibir o sugerir qué es bueno o malo hacer con los medios y tecnologías digitales, sino de comprenderlos para tener herramientas adecuadas que permitan discernir, desarrollar empatía, resiliencia y capacidad crítica.

La importancia de la Alfabetización Mediática e Informacional

La AMI como un proceso complejo no puede limitarse solamente a una serie de reglas y prohibiciones alrededor de los usos de los medios tradicionales y plataformas digitales, sobre todo de las redes sociodigitales como Facebook, Instagram o Twitter, por nombrar las más conocidas. Se trata de hacer frente y aprender a usar los medios y redes sociodigitales de manera crítica y contextualizada.

En esta entrada de nuestro blog queremos ayudar a identificar aquellos discursos o posturas que se dedican a limitar y pretenden decirnos cómo usar los medios y las redes sociodigitales sin antes privilegiar una actitud crítica, descubridora y creativa.

¿Qué tienen en común este tipo de discursos?

Hay que plantear primero que este tipo de discursos surgen de organizaciones, agencias o incluso, como algunos se denominan, “líderes” o “coachs“, los cuales, en su mayoría, se dedican a la promoción de ciertos valores e ideas sobre lo digital.

Algunos de los objetivos y fines de estas iniciativas son loables y hasta necesarios. Nuestra preocupación y crítica fundamental es preguntarnos y aclarar cómo surgen, qué promueven y qué venden en realidad. Para ello, los postulados de AMI pueden abonar a una mejor comprensión y discernimiento.

Queremos destacar que estos discursos y proyectos persiguen fines diversos y no se enfocan necesariamente a una adopción crítica sino muchas veces sólo en prohibiciones y advertencias que no se centran en la construcción de una ciudadanía activa y crítica ante las redes sociodigitales.

En esta entrada compartimos una lista de características que comparten este tipo de organizaciones, resultado de una primera exploración a estos discursos. Esperamos que este texto funcione como una brújula para orientarnos y que, juntos, podamos reconocer las características y proponer estrategias para hacer frente a estas perspectivas.

La deuda académica y el aprovechamiento comercial

Cuando hablamos de alfabetización mediática o digital surge una duda común, necesaria y que muchos nos hacemos: ¿a quién le compete promover la alfabetización mediática, digital e informacional?, ¿quién está capacitada o capacitado para hacerlo?

La respuesta más inmediata a estas preguntas recae en la academia. Sin embargo, no ha ocupado dicho lugar. Desafortunadamente, ha sido incapaz de solventar situaciones en contra como la falta de presupuesto, la carga burocrática y la desvinculación práctica y social, acrecentándose así su deuda social.

Es fundamental, entonces, reconocer que ante esta deuda queda un lugar vacío que es llenado por otros sectores de la sociedad, los cuales promueven prácticas digitales que se asumen correctas, sin pasar por un sentido de autocrítica, de reflexión detenida, de una profunda revisión del tema o de una metodología que haga transparente cómo han producidos los saberes y experiencias que promueven. Tampoco aclaran cuáles son los verdaderos vínculos que mantienen con empresas tecnológicas que en apariencia alientan prácticas educativas críticas sin develar o hacer evidentes sus intereses meramente comerciales.

Ver los consumos y usos sólo en función de lo qué es “correcto”, o no, empobrece la comprensión y centra la discusión simplemente en culpabilizar cierto tipo de prácticas y premiar otras. Todo esto bajo supuestos como “aquello está bien publicar” o “te ves mal si publicas tal cosa”.

Bajo los argumentos de sugerencias para “cuidar” y “proteger” un perfil digital, se intenta poner el foco en las prácticas que son “malas”, pero se cae en la exaltación de prácticas que pueden ser una limitante a la libertad de expresión. Estos discursos sustentan su argumento en meras apreciaciones de valor con poco o nulo criterio científico (o a veces de sentido común).

Imagen de carácter ilustrativo.

Cuidar, restringir e incluso sugerir que ciertos tipos de publicaciones son correctas, sobre otras, puede caer en la censura o en la sobresimplificación del problema. Recalcamos que la educación para el uso de medios digitales no debe ser solo una serie de normas y prohibiciones, sino el establecimiento de una corresponsabilidad que promueva una actitud crítica; es decir: construir  una alfabetización mediática integral y profunda.

Con fines de lucro

Las agencias u organizaciones de las que hablamos se caracterizan, casi siempre, por ser de iniciativa privada. Por lo tanto, su prioridad, más allá de concientizar y enseñar, es la obtención de ingresos económicos. Esto es legítimo, siempre que se anteponga la enseñanza, la reflexión y la formación de infancias o juventudes críticas, y no sólo la búsqueda de dinero.

Una genuina AMI debe promover la comprensión crítica y no la compra de manuales, guías o cursos. En ocasiones estos materiales son ofrecidos en puntos estratégicos como escuelas o a través de motores de búsqueda vinculados a la seguridad digital. Esto posiciona a quienes los ofrecen como “expertos en el tema”, por lo cual muchas personas terminan confiando en sus discursos.

Al privilegiar una finalidad económica muchas agencias, organizaciones y expertos se hacen valer de estrategias poco éticas para su propio beneficio, tales como: el seguimiento en redes sociodigitales, el envío de formularios de recolección de datos o la venta a terceros de los datos personales, para que de manera posterior sigan ofreciendo servicios y beneficiándose.

Este punto nos permite evidenciar la pertinencia de la difusión, divulgación y enseñanza de una AMI que permee, sobre todo, los espacios educativos, para así ejercer nuestro derecho como ciudadanos de acceder a este tipo de formación y saberes.

Estrategias llamativas y alternativas para su detección 

Las empresas, organizaciones y “expertos”, se valen de diversas estrategias en redes sociodigitales, canales de videos, conferencias, entre otros, para producir una supuesta comunidad que en realidad, muchas veces, sólo sirve como meros clientes potenciales para futuras ventas.

Alegando al no aburrimiento, estas agencias son expertas en promover sus intereses y finalidades. Las estrategias de comunicación utilizadas están orientadas al clic, la cesión de datos y la compra con tal de acceder a sus “consejos”.

No todo puede ser un reproche a estas prácticas. Pero sí hacemos un llamado para detectarlas y pedir mayor transparencia.

Para la adopción de prácticas digitales es necesario el desarrollo de un sentido crítico que no puede limitarse a la prohibición, sino a una formación desde el aprendizaje, entendimiento y producción de habilidades en la AMI.

Como propuesta, dejamos a continuación un listado de señales de alerta para identificar proyectos e iniciativas que buscan lucrar antes que realmente alfabetizar mediática e informacionalmente:

  • Son proyectos que no aclaran el origen de sus recursos o sus afiliaciones institucionales, partidistas o religiosas.
  • Promueven una lectura dicotómica de las redes sociodigitales, con una clara orientación pesimista o alarmista.
  • Sus miembros no se identifican plenamente o carecen de credenciales comprobables.
  • Se exaltan las virtudes de una tecnología o empresa en detrimento de otras.
  • No se enuncian las posibles desventajas o ventajas de usar sólo una plataforma o tecnología.
  • La producción de sus saberes y experiencias está siempre basada en la investigación y exploración de organizaciones e instancias internacionales y mira con desdén o ignora los contextos locales de aplicación.
  • No hay producción original de conocimiento científico o de investigación práctica que sustente sus dichos o recomendaciones.

Nos gustaría seguir reflexionando sobre el tema, por lo cual hacemos una invitación para que nos hagan llegar sus comentarios a esta entrada y, así, seguir alimentando esta reflexión colaborativamente.

Para seguir aprendiendo

Martha Yah Santana (@manyyss). Licenciada en Comunicación Social por la Universidad Autónoma de Yucatán. Actualmente estudia la Maestría en Comunicación de la Universidad de Guadalajara. Sus temas de interés son comunicación y educación, narrativas transmedia y consumo de medios.

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